fotografía

El club, el barrio, las miserias que actualiza la nostalgia. Pedrito fue el primero: yo volvía de entregar unos pedidos a clientes de papá, y ni bien entré me dijeron que había pasado Bobo, que me esperaba, y parecía urgente, en la estación. Cuando llegué Juan y él y algún otro que no logro precisar, pero que seguramente en ese tiempo se decía amigo, fumaban, y las vías del tren parecían absurdas bajo la luz de ese mediodía.

Los trenes son obra de los ingleses habían dicho las maestras un tiempo antes, pero ¿y el tiempo?

Bobo no, Bobo se quedó un tiempo más. Su madre, una española de zetas para adentro, tras la muerte de su padre hizo como si cargara las doscientas hectáreas de campo en su gorrita de inmigrante cabezón. Él ni siquiera habló. Tuvieron que pasar diez años más para que partiera definitivamente.

Las cosas caen, eso lo dijo Newton creo. Algo pesa en el aire, como empujando desde arriba, para que caigan. O algo así. Y la foto llegó desde la repisa de la biblioteca de la mano de Newton y de una caja de cartón y de mucha mierda más.

También está Juan ahí. Un hermano, mi hermano, como le dije algún tiempo. Más grande, más inteligente. Su humor siempre tuvo algo de pacto tácito y de amabilidad que me gustaba. Con él los primeros vinos, los primeros bailes, y tanto más, y cuánto de descubrimiento y de iniciación.
Un asunto de polleras, dijeron las viejas del barrio. Y algo así fue. Ahora sé, por la cuñada de la que se dice mi mujer, que publica libros. En la Capital.

Y yo estoy aquí, en este cuartito que a diario me digo mío, donde guardo los discos de pasta, las camisetas del Santo y algunos libros, y cualquier otra cosa que yo pueda entender parecida a lo querido. Donde los ruidos quedan lejos, en el fondo del caserón que fue de mis viejos. Donde los chicos ni nadie pueden verme dudar. Pero el día ha venido displicente, y no tuve mejor idea que tratar de acomodar la biblioteca metálica del fondo. Y ahora el blanco y negro está en mí, y en el segundo vino que acabo de destapar.

Todos se fueron, pero yo no puedo olvidar que Bobo se fue sin decir nada. Como se van los miserables, o los agotados.

Un gesto político

Tus dientes son políticos, la lengua es política sobre todo
Hay canciones que, básicamente, son políticas como
política es la cara de chofer del que se sienta siempre adelante o el humo
claro, el humo que sube desde la brasa hasta el techo bajo de esta pieza en que discutimos es político
Incluso si afinaras la guitarra harías un gesto político  
muy necesario, además, en este tiempo maldecido por cuerdas políticas de origen japonés
y tan valioso, que no quepa duda, como tus ojos políticos brillando políticamente
Pero eso sí, el verso que le susurrás en la oreja a la mina que va a decir no, y va a girar, es político
netamente político
Y sus tetas, por supuesto, claramente políticas
Los besos también son muy políticos, eso hay que tenerlo en cuenta
Yo no me olvido, por ejemplo, de que los cordones de mis zapatos son políticos y les hago una moñita política tan hermosa como
las discusiones políticas marcadas a fuego por el politicismo técnico y
las falacias propias de una verbalización política en el marco de una contienda electoral de corte político
O un baile en casa política de clase media, o el vino en caja que escanciamos políticamente con el pobre de rancho afuera, allá lejos
Y nos sentimos diez puntos, me dirás, y no lo voy a negar, más aún políticamente hablando, si el vacío político iba chirriando y mojaba las brasas políticas
Ahora me acuerdo: La pasta de dientes, tu pelo, el sexo, el mate
el sofá es político. Como yo no sé pá, no? De una belleza política, no?
Ah, la francesita que tuve una noche, solo una, y en invierno, y en una ciudad perdida, si eso no es político no hablo más
Pero pienso y se me vienen las ideas, cómo no, las ideas son políticas, de eso no le cabe duda ni al burro político que solía escuchar horas y horas a Maquiavello hablar de medios, sobre todo de medios políticos
También se me viene a la cabeza otra cosa
política,
la carrera corta y el salto al quitapenas que se lleva el cuerpo que expira con el agua su último aliento político
qué recuerdo político, la puta
Sí: Edificios políticos, tetas políticas, música política, calma política, poster político, mamada política, trenes políticos, etc., etc., etc. Y más todavía
Uf, todo un cielo político para correrse de a gotitas políticas
y dejarlo todo adentro, no?
sacás un libro del bolso y lo dejás sobre tu falda
yo me animo a mirarte el perfil y vuelvo los ojos a la calle.

después lo ponés sobre el tablero y decís que es para mí
que algo ahí me habla y que siempre es mejor así.

yo siento que no debería manejar pero también
que alguien tiene que hacerlo.

avanzamos lentamente por la calle que lleva hasta tu casa.
del andamio
en la construcción
un obrero
cae
sin poesía
ni intención de
plagio alguno
puesto que
jamás escuchó
la música de
Brasil.
Perdoname mi amor pero tuve que hacerlo

Lentamente habías comenzado a hablar el lenguaje de los otros
   a coser los sueños con tanza
   a oír los llamados de Moscú
y yo ya no podía encontrarte bajo toda esa pila de trapos sucios
   entre los nombres de lo real

Y ahora que lo pienso quizás hasta sea más simple el dibujo en la pared
   y vos también hayas tenido algo de razón
pero es que estoy como llamado a ver el incesante desfile de elefantes blancos
   por las calles de mi casa   
   de cualquier casa
y a cultivar sus ritos paganos y elegantes tan hermosos como el sonido
   de las patas de un gorrión sobre el metal de la ventana
   o tus ojos húmedos diluyéndose perfectos en el tiempo

Digo que desde siempre preferí jugar a lo sagrado
   y tan definitivo como una fotografía
y a cuidar lo mejor de nosotros entre toda esta densa niebla
   entre lo gris del fondo del cielo