Si sirve de algo decirlo aquí (en esta cuenta de face que abrí más con fines informativos que de hacer sociales, y en la cual tengo pocos “amigos” y quiero creer que la mayoría relativamente cercanos a mi pensamiento), lo digo: EL 22 DE NOVIEMBRE VOY A VOTAR A SCIOLI. Bien, ahora la historia personal y los argumentos. Lo personal: durante todo el periodo kirchnerista siempre me declaré opositor y cuando voté, lo hice por las distintas representaciones de la izquierda –sólo en la última oportunidad por el trotkismo-. Por qué: no comparto en absoluto el modelo extractivista (minería, sojización, fracking); menos la fiesta vacía del consumo por el consumo; me da nauseas la forma en que negociaron todos estos años con lo más rancio del peronismo; me parece desolador el modo de pensarse únicos que tienen (cuya expresión más grosera es llamar Kirchner al centro cultural más importante del país –y no Atahualpa, Spinetta, Juan L. Ortiz, etc.); detesto la burocracia militante que, aún con principios, supo siempre encontrar el lugar más cómodo para apoyar el proyecto “nacional y popular”. El listado podría ser más amplio, pero lo necesario que hay que ver en ese listado es que no parece ser el mismo temario de los medios opositores, o sí? Continúo: aun con estas críticas, también cuando pude, cuando el bullicio constante de opositores radicales (anarquistas, dogmáticos de la izquierda) y la maquinaria mediática de atontar (“esa abuela, la conciencia que regula el mundo”) me lo permitió, reafirmé el carácter histórico, trascendental, de algunos avances realizados o favorecidos por el Kirchnerismo: juicio y castigo a los genocidas, asignación universal, matrimonio igualitario (la info está para el que quiera chequearla. Un solo detalle: yo crecí durante los gobiernos de Menem y De la Rua…, como muchos, siempre pensé que los genocidas iban a morir en libertad) Ese es el panorama entonces, un panorama que entiendo, con un candidato como Scioli, que visita regularmente Tinelli, expone de un modo contundente que el Kirchnerismo no sólo perdió la batalla económica, sino también la cultural –su batalla predilecta. Dicho esto, voy al argumento central de mi posicionamiento (VOTAR A SCIOLI): en el balotaje, no se vota el mal menor –lo cual sí hubiera sido posible en la primera vuelta-, se vota entre las opciones que hay. Es decir que las cartas ya están repartidas y el juego se va a jugar de una u otra forma. Por tanto, siento el deber de participar. Y no simbólicamente, activamente. Por qué, por una simple razón: para mí el Kirchnerismo es un movimiento contradictorio –capitalista, por supuesto, como lo señalan los compañeros de la izquierda-, pero en esa contradicción caben y cabemos muchos más que en la homogeneidad que representa el PRO y Mauricio Macri. Porque ahí donde puedo festejar –y llorar la emoción- del encuentro de Guido Carlotto, Macri comparte la mesa con la más siniestro de la historia Argentina; ahí donde vi a un amigo poder estudiar gracias a una beca, o a una vecina que no disponía de obra social ser madre en un hospital público, con Macri recuerdo las plazas enrejadas de la CABA y sus dichos de que los hospitales porteños tienen que ser solo para los porteños, o sus votos negativos –los de sus “compañeros”- de la ley de fertilización asistida, por ejemplo. Y mil millones de etcéteras. (Circula por todos lados cómo votó el Pro -Cambiemos- “lo bueno” que propuso el Kirchnerismo) Para cerrar entonces, tres cuestiones. Una: para los que votan a Macri, sepan -y háganse cargo- que votan a favor del manejo de un país como una empresa privada orientada a los designos del norte; para esa empresa, la educación y la salud no deben ser públicas; y todo debe estar librado al análisis de costos y beneficios para unos pocos. Ergo: no votan un candidato o un tono amigable, o en contra de un funcionario corrupto, votan políticas públicas. Dos: los invito a los críticos y a los que aun dudan de votar al Frente para la Victoria, a que carguemos con un presidente como Scioli y derrotemos a lo más nefasto. Tres: ligada al dos, me permito una consigna: para todos aquellos que añoramos un mundo menos horroroso, “el cambio”, el cambio verdadero, EN ESTA INSTANCIA DE BALOTAJE, es elegir el enemigo con el cuál queremos pelear y hacernos cargo; en esa elección, yo considero que con el Frente para la Victoria la disputa es posible, ya la conocemos, e incluso, entre sus filas, podemos encontrar pares; con un gobierno del PRO, con su homogeneidad, no habría más que desierto y represión (eso también ya lo conocemos). Dicho en otras palabras: El barro ensucia, sí, pero también construye casas.
Contra todos los males de este mundo
A continuación, algo que me salió de las tripas y vomité en feisbuc.
Si sirve de algo decirlo aquí (en esta cuenta de face que abrí más con fines informativos que de hacer sociales, y en la cual tengo pocos “amigos” y quiero creer que la mayoría relativamente cercanos a mi pensamiento), lo digo: EL 22 DE NOVIEMBRE VOY A VOTAR A SCIOLI. Bien, ahora la historia personal y los argumentos. Lo personal: durante todo el periodo kirchnerista siempre me declaré opositor y cuando voté, lo hice por las distintas representaciones de la izquierda –sólo en la última oportunidad por el trotkismo-. Por qué: no comparto en absoluto el modelo extractivista (minería, sojización, fracking); menos la fiesta vacía del consumo por el consumo; me da nauseas la forma en que negociaron todos estos años con lo más rancio del peronismo; me parece desolador el modo de pensarse únicos que tienen (cuya expresión más grosera es llamar Kirchner al centro cultural más importante del país –y no Atahualpa, Spinetta, Juan L. Ortiz, etc.); detesto la burocracia militante que, aún con principios, supo siempre encontrar el lugar más cómodo para apoyar el proyecto “nacional y popular”. El listado podría ser más amplio, pero lo necesario que hay que ver en ese listado es que no parece ser el mismo temario de los medios opositores, o sí? Continúo: aun con estas críticas, también cuando pude, cuando el bullicio constante de opositores radicales (anarquistas, dogmáticos de la izquierda) y la maquinaria mediática de atontar (“esa abuela, la conciencia que regula el mundo”) me lo permitió, reafirmé el carácter histórico, trascendental, de algunos avances realizados o favorecidos por el Kirchnerismo: juicio y castigo a los genocidas, asignación universal, matrimonio igualitario (la info está para el que quiera chequearla. Un solo detalle: yo crecí durante los gobiernos de Menem y De la Rua…, como muchos, siempre pensé que los genocidas iban a morir en libertad) Ese es el panorama entonces, un panorama que entiendo, con un candidato como Scioli, que visita regularmente Tinelli, expone de un modo contundente que el Kirchnerismo no sólo perdió la batalla económica, sino también la cultural –su batalla predilecta. Dicho esto, voy al argumento central de mi posicionamiento (VOTAR A SCIOLI): en el balotaje, no se vota el mal menor –lo cual sí hubiera sido posible en la primera vuelta-, se vota entre las opciones que hay. Es decir que las cartas ya están repartidas y el juego se va a jugar de una u otra forma. Por tanto, siento el deber de participar. Y no simbólicamente, activamente. Por qué, por una simple razón: para mí el Kirchnerismo es un movimiento contradictorio –capitalista, por supuesto, como lo señalan los compañeros de la izquierda-, pero en esa contradicción caben y cabemos muchos más que en la homogeneidad que representa el PRO y Mauricio Macri. Porque ahí donde puedo festejar –y llorar la emoción- del encuentro de Guido Carlotto, Macri comparte la mesa con la más siniestro de la historia Argentina; ahí donde vi a un amigo poder estudiar gracias a una beca, o a una vecina que no disponía de obra social ser madre en un hospital público, con Macri recuerdo las plazas enrejadas de la CABA y sus dichos de que los hospitales porteños tienen que ser solo para los porteños, o sus votos negativos –los de sus “compañeros”- de la ley de fertilización asistida, por ejemplo. Y mil millones de etcéteras. (Circula por todos lados cómo votó el Pro -Cambiemos- “lo bueno” que propuso el Kirchnerismo) Para cerrar entonces, tres cuestiones. Una: para los que votan a Macri, sepan -y háganse cargo- que votan a favor del manejo de un país como una empresa privada orientada a los designos del norte; para esa empresa, la educación y la salud no deben ser públicas; y todo debe estar librado al análisis de costos y beneficios para unos pocos. Ergo: no votan un candidato o un tono amigable, o en contra de un funcionario corrupto, votan políticas públicas. Dos: los invito a los críticos y a los que aun dudan de votar al Frente para la Victoria, a que carguemos con un presidente como Scioli y derrotemos a lo más nefasto. Tres: ligada al dos, me permito una consigna: para todos aquellos que añoramos un mundo menos horroroso, “el cambio”, el cambio verdadero, EN ESTA INSTANCIA DE BALOTAJE, es elegir el enemigo con el cuál queremos pelear y hacernos cargo; en esa elección, yo considero que con el Frente para la Victoria la disputa es posible, ya la conocemos, e incluso, entre sus filas, podemos encontrar pares; con un gobierno del PRO, con su homogeneidad, no habría más que desierto y represión (eso también ya lo conocemos). Dicho en otras palabras: El barro ensucia, sí, pero también construye casas.
Si sirve de algo decirlo aquí (en esta cuenta de face que abrí más con fines informativos que de hacer sociales, y en la cual tengo pocos “amigos” y quiero creer que la mayoría relativamente cercanos a mi pensamiento), lo digo: EL 22 DE NOVIEMBRE VOY A VOTAR A SCIOLI. Bien, ahora la historia personal y los argumentos. Lo personal: durante todo el periodo kirchnerista siempre me declaré opositor y cuando voté, lo hice por las distintas representaciones de la izquierda –sólo en la última oportunidad por el trotkismo-. Por qué: no comparto en absoluto el modelo extractivista (minería, sojización, fracking); menos la fiesta vacía del consumo por el consumo; me da nauseas la forma en que negociaron todos estos años con lo más rancio del peronismo; me parece desolador el modo de pensarse únicos que tienen (cuya expresión más grosera es llamar Kirchner al centro cultural más importante del país –y no Atahualpa, Spinetta, Juan L. Ortiz, etc.); detesto la burocracia militante que, aún con principios, supo siempre encontrar el lugar más cómodo para apoyar el proyecto “nacional y popular”. El listado podría ser más amplio, pero lo necesario que hay que ver en ese listado es que no parece ser el mismo temario de los medios opositores, o sí? Continúo: aun con estas críticas, también cuando pude, cuando el bullicio constante de opositores radicales (anarquistas, dogmáticos de la izquierda) y la maquinaria mediática de atontar (“esa abuela, la conciencia que regula el mundo”) me lo permitió, reafirmé el carácter histórico, trascendental, de algunos avances realizados o favorecidos por el Kirchnerismo: juicio y castigo a los genocidas, asignación universal, matrimonio igualitario (la info está para el que quiera chequearla. Un solo detalle: yo crecí durante los gobiernos de Menem y De la Rua…, como muchos, siempre pensé que los genocidas iban a morir en libertad) Ese es el panorama entonces, un panorama que entiendo, con un candidato como Scioli, que visita regularmente Tinelli, expone de un modo contundente que el Kirchnerismo no sólo perdió la batalla económica, sino también la cultural –su batalla predilecta. Dicho esto, voy al argumento central de mi posicionamiento (VOTAR A SCIOLI): en el balotaje, no se vota el mal menor –lo cual sí hubiera sido posible en la primera vuelta-, se vota entre las opciones que hay. Es decir que las cartas ya están repartidas y el juego se va a jugar de una u otra forma. Por tanto, siento el deber de participar. Y no simbólicamente, activamente. Por qué, por una simple razón: para mí el Kirchnerismo es un movimiento contradictorio –capitalista, por supuesto, como lo señalan los compañeros de la izquierda-, pero en esa contradicción caben y cabemos muchos más que en la homogeneidad que representa el PRO y Mauricio Macri. Porque ahí donde puedo festejar –y llorar la emoción- del encuentro de Guido Carlotto, Macri comparte la mesa con la más siniestro de la historia Argentina; ahí donde vi a un amigo poder estudiar gracias a una beca, o a una vecina que no disponía de obra social ser madre en un hospital público, con Macri recuerdo las plazas enrejadas de la CABA y sus dichos de que los hospitales porteños tienen que ser solo para los porteños, o sus votos negativos –los de sus “compañeros”- de la ley de fertilización asistida, por ejemplo. Y mil millones de etcéteras. (Circula por todos lados cómo votó el Pro -Cambiemos- “lo bueno” que propuso el Kirchnerismo) Para cerrar entonces, tres cuestiones. Una: para los que votan a Macri, sepan -y háganse cargo- que votan a favor del manejo de un país como una empresa privada orientada a los designos del norte; para esa empresa, la educación y la salud no deben ser públicas; y todo debe estar librado al análisis de costos y beneficios para unos pocos. Ergo: no votan un candidato o un tono amigable, o en contra de un funcionario corrupto, votan políticas públicas. Dos: los invito a los críticos y a los que aun dudan de votar al Frente para la Victoria, a que carguemos con un presidente como Scioli y derrotemos a lo más nefasto. Tres: ligada al dos, me permito una consigna: para todos aquellos que añoramos un mundo menos horroroso, “el cambio”, el cambio verdadero, EN ESTA INSTANCIA DE BALOTAJE, es elegir el enemigo con el cuál queremos pelear y hacernos cargo; en esa elección, yo considero que con el Frente para la Victoria la disputa es posible, ya la conocemos, e incluso, entre sus filas, podemos encontrar pares; con un gobierno del PRO, con su homogeneidad, no habría más que desierto y represión (eso también ya lo conocemos). Dicho en otras palabras: El barro ensucia, sí, pero también construye casas.
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