contra todos los males de este mundo II

mauricio, claramente vos sos tu propio papá noel este año y, ansioso, te has apurado a abrir el regalo. sí, sí, ya sabemos que no estuviste solo en todo eso. te lo regalaste gracias al aporte de tus interesados amigos, de unos cuantos odiadores convencidos, de unos cuantos hablados por la televisión (pueden hacer el favor de apagar la televisión, por favor), y un largo etcétera que incluye los errores de todos aquellos que sabíamos muy bien lo que te ibas a regalar para estas fiestas. no importa, vos concluí tu tarea. agregá más partecitas a la concreción de tu regalo. partecitas como la represión a trabajadores dejados en la calle, partecitas como la violación de la ley de servicios de comunicación audiovisual, partecitas como devaluar los ingresos de los trabajadores y beneficiar a los más ricos de este país mediante la quita de retenciones. eso sí, tratá de disfrutarlo, de disfrutar el proceso único que estás viviendo. a veces uno no se da cuenta, entretenido, y el tiempo pasa volando. sí, quizás en el furor de tu empecinamiento de niño millonario no te des cuenta. no te precupés, nosotros te vamos a avisar cuando lo hayas terminado. vos solo concentrate en lo tuyo, no falta mucho para que termines. unos cuantos ya no se acuerdan que fueron parte de tu regalo de navidad, otros creen que estuvo bien que fueras tu propio papá noel y aguardan que entre los regalos del arbolito escondas alguno para ellos (aunque les cueste creer -aun aferrados a la esperanza como lo están- que verdaderamente existe papá noel). el resto, el resto seguirá siempre a tu lado, son tu gente, son gente como vos.
saludos afectuosos y buen vuelo al concluir.

Contra todos los males de este mundo

A continuación, algo que me salió de las tripas y vomité en feisbuc.


Si sirve de algo decirlo aquí (en esta cuenta de face que abrí más con fines informativos que de hacer sociales, y en la cual tengo pocos “amigos” y quiero creer que la mayoría relativamente cercanos a mi pensamiento), lo digo: EL 22 DE NOVIEMBRE VOY A VOTAR A SCIOLI. Bien, ahora la historia personal y los argumentos. Lo personal: durante todo el periodo kirchnerista siempre me declaré opositor y cuando voté, lo hice por las distintas representaciones de la izquierda –sólo en la última oportunidad por el trotkismo-. Por qué: no comparto en absoluto el modelo extractivista (minería, sojización, fracking); menos la fiesta vacía del consumo por el consumo; me da nauseas la forma en que negociaron todos estos años con lo más rancio del peronismo; me parece desolador el modo de pensarse únicos que tienen (cuya expresión más grosera es llamar Kirchner al centro cultural más importante del país –y no Atahualpa, Spinetta, Juan L. Ortiz, etc.); detesto la burocracia militante que, aún con principios, supo siempre encontrar el lugar más cómodo para apoyar el proyecto “nacional y popular”. El listado podría ser más amplio, pero lo necesario que hay que ver en ese listado es que no parece ser el mismo temario de los medios opositores, o sí? Continúo: aun con estas críticas, también cuando pude, cuando el bullicio constante de opositores radicales (anarquistas, dogmáticos de la izquierda) y la maquinaria mediática de atontar (“esa abuela, la conciencia que regula el mundo”) me lo permitió, reafirmé el carácter histórico, trascendental, de algunos avances realizados o favorecidos por el Kirchnerismo: juicio y castigo a los genocidas, asignación universal, matrimonio igualitario (la info está para el que quiera chequearla. Un solo detalle: yo crecí durante los gobiernos de Menem y De la Rua…, como muchos, siempre pensé que los genocidas iban a morir en libertad) Ese es el panorama entonces, un panorama que entiendo, con un candidato como Scioli, que visita regularmente Tinelli, expone de un modo contundente que el Kirchnerismo no sólo perdió la batalla económica, sino también la cultural –su batalla predilecta. Dicho esto, voy al argumento central de mi posicionamiento (VOTAR A SCIOLI): en el balotaje, no se vota el mal menor –lo cual sí hubiera sido posible en la primera vuelta-, se vota entre las opciones que hay. Es decir que las cartas ya están repartidas y el juego se va a jugar de una u otra forma. Por tanto, siento el deber de participar. Y no simbólicamente, activamente. Por qué, por una simple razón: para mí el Kirchnerismo es un movimiento contradictorio –capitalista, por supuesto, como lo señalan los compañeros de la izquierda-, pero en esa contradicción caben y cabemos muchos más que en la homogeneidad que representa el PRO y Mauricio Macri. Porque ahí donde puedo festejar –y llorar la emoción- del encuentro de Guido Carlotto, Macri comparte la mesa con la más siniestro de la historia Argentina; ahí donde vi a un amigo poder estudiar gracias a una beca, o a una vecina que no disponía de obra social ser madre en un hospital público, con Macri recuerdo las plazas enrejadas de la CABA y sus dichos de que los hospitales porteños tienen que ser solo para los porteños, o sus votos negativos –los de sus “compañeros”- de la ley de fertilización asistida, por ejemplo. Y mil millones de etcéteras. (Circula por todos lados cómo votó el Pro -Cambiemos- “lo bueno” que propuso el Kirchnerismo) Para cerrar entonces, tres cuestiones. Una: para los que votan a Macri, sepan -y háganse cargo- que votan a favor del manejo de un país como una empresa privada orientada a los designos del norte; para esa empresa, la educación y la salud no deben ser públicas; y todo debe estar librado al análisis de costos y beneficios para unos pocos. Ergo: no votan un candidato o un tono amigable, o en contra de un funcionario corrupto, votan políticas públicas. Dos: los invito a los críticos y a los que aun dudan de votar al Frente para la Victoria, a que carguemos con un presidente como Scioli y derrotemos a lo más nefasto. Tres: ligada al dos, me permito una consigna: para todos aquellos que añoramos un mundo menos horroroso, “el cambio”, el cambio verdadero, EN ESTA INSTANCIA DE BALOTAJE, es elegir el enemigo con el cuál queremos pelear y hacernos cargo; en esa elección, yo considero que con el Frente para la Victoria la disputa es posible, ya la conocemos, e incluso, entre sus filas, podemos encontrar pares; con un gobierno del PRO, con su homogeneidad, no habría más que desierto y represión (eso también ya lo conocemos). Dicho en otras palabras: El barro ensucia, sí, pero también construye casas.




Tranquilizar a los intranquilos e intranquilizar a los tranquilos, dijo Foster Wallace

Qué bueno que es leer nuestras rumiaciones en palabras de otros. Incluso a veces, en el concierto silencioso de los días que nos tocan, solo se escribe -me hago cargo, por lo menos yo lo hice- para abrir el juego a posiciones ausentes.
Aunque eso no parece simpatizarle al "fascismo de la buena onda" imperante.
No importa, me quedo con algunas citas de Maximiliano Tomas que encuentro cercanas -salvando las distancias-.

"Existe una suerte de buena onda generalizada que pareciera ser impermeable a cualquier acontecimiento. Así como siempre que se hace periodismo policial se publican noticias desgraciadas o negativas —mataron, secuestraron, violaron a tal— en el periodismo cultural se habla a través de un matiz de optimismo perenne: qué bueno que estuvo el Bafici, qué bueno que estuvo el Filba, qué bueno que se estrenaron tantas películas, qué buena que es la literatura argentina, qué buenas que son todas las editoriales independientes. Hay un carácter acrítico en la manera de hacer periodismo cultural en los medios masivos. Y es molesto. Hace falta voces que pongan en crisis esa práctica. No todas las noticias son buenas de por sí. Es necesario un periodismo cultural más autocrítico, más reflexivo, más intelectual. Hablo de un nosotros, no me estoy poniendo afuera. El periodismo cultural necesita ser hecho por gente que sabe, no que toca de oído. Porque, por otra parte, el trabajo a nivel irreflexivo, optimista, demagógico, ya está hecho por agentes que no son periodistas culturales: lo hacen los prenseros, los comentaristas, los booktubers."

"Al margen de eso, creo que hay que escribir en contra de los libros que no nos gustaron. Es una necesidad. Entre otras razones porque hay una oferta inconmensurable de libros muy interesantes para leer: por qué uno va a perder el tiempo en libros intrascendentes o por qué, si es que la crítica debe ser también un servicio al lector, vas a dejar que tus lectores coman sapos inventados por un sello editorial o por una operación de márketing. Un crítico también puede señalar lo que es pura trivialidad o pura banalidad disfrazada de alta literatura o literatura de calidad."

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"Existe algo así como un subgénero del periodismo que podríamos llamar el periodismo cultural buena onda. Para él, todas las noticias son dignas de celebración: la publicación de un nuevo libro, la presentación de una nueva editorial, la participación de un grupo de escritores argentinos en una nueva feria internacional. Hay una periodista que se especializa en difundir con cuidado y frecuencia semanal cada una de estas magníficas novedades, y sus artículos siempre comienzan con un primer párrafo arrebolado de satisfacción, pletórico de observaciones impresionistas (el escritor X habla moviendo levemente las manos, mientras un rayo del sol de la tarde atraviesa la ventana del bar: ese tipo de cosas). Todos los libros le gustan, todos los escritores son simpáticos, todas las opiniones son inteligentes y dignas de atención. A su favor, hay que decir que hizo escuela, y que ya cuenta con epígonos aquí y acullá. ¿Pero es ése acaso el objetivo del ejercicio del periodismo cultural, de cualquier periodismo? ¿No sería más atinado (más honesto) señalar las tensiones, marcar las contradicciones, denunciar las paradojas de un campo conflictivo como el literario, de una industria en crisis como la editorial? Claro, eso es más complejo, y demanda más tiempo y energía (y granjea más enemigos que amigos)."

La hora de Nueva Córdoba

Crítica de La hora del lobo, cortometraje dirigido por Natalia Ferreyra, que publiqué en Hoy Día (http://www.hoydia.com.ar/magazine/7234-la-hora-de-nueva-cordoba). Reproduzco la versión original con cursivas y división de párrafos clara.

Es sumamente difícil abordar La hora del lobo de un modo crítico, en sus ajustados veintiocho minutos parece haber expuesto una verdad estremecedora en la que sería imposible agregar nada más. Y sin embargo, cuando concluye, algo parece haber quedado pendiente, algo que invita a pensar, a escribir. ¿Qué es eso que, junto al nudo en el estómago y aún con los títulos finales y la voz en off de los disturbios que los acompañan, se torna una ausencia palpable? Orientada a dar cuenta, documentar, las vivencias de vecinos jóvenes de Nueva Córdoba que participaron de la “defensa” del barrio frente a la ola de saqueos que arreció Córdoba durante la huelga policial de diciembre del 2013, el cortometraje apuesta por la crudeza en su exposición y se aleja de cualquier punto de vista de tintes sociales. Sin embargo esa elección, en el recorte de su objeto, se queda a mitad de camino.
El relato comienza con el primer plano de uno de los protagonistas que no se anima a leer lo que publicó esa noche en Facebook. Texto que describe su pánico y que, finalmente, lee la directora, Natalia Ferreyra. Luego hay un corte y aparece el registro casero, probablemente realizado con un celular desde una terraza, de uno de los tantos ataques de los “estudiantes” a los “chorros”. A continuación, el mismo estudiante llora frente a cámara y relata su experiencia “límite” de ese 3 y 4 de diciembre horroroso, la forma en que, inesperadamente, se convirtió en un aprendiz de policía y de matón; en un potencial asesino. Tenía miedo, aislado en su negocio pensó que venían por él; tras pensarlo mejor, decidió salir a buscarlos. Su discurso es un compendio fascista: en una ocasión utiliza la metáfora de un perro que hace las cosas mal y hay que retarlo, restregarle el hocico en la mierda, para que aprenda; también habla del “uno menos”. La construcción se repite: los archivos de videos caseros y entrevistas -que incorporan más protagonistas- se van intercalando. La violencia se camufla o exaspera en las imágenes y en los relatos. De vez en cuando se puede precisar la voz de la directora interviniendo en las entrevistas. Frente al opresivo común acuerdo de los vecinos, la anuencia de los “temerosos” resguardados en sus casas y los enardecidos agitadores de balcón, un entrevistado cuenta su invalorable intervención para salvar del carneo a uno de los supuestos ladrones. Los linchadores lo han golpeado hasta dejarlo inconsciente. Él lo alza y lo lleva hasta la casa de un amigo suyo. Los linchadores lo quieren atacar por ese gesto inentendible y rodean el edificio. Las imágenes retratan con crudeza el encarnizamiento. Él pone en juego su vida y a los fines de la construcción narrativa del cortometraje contrapesa todo lo visto hasta el momento. De esa forma, el enfoque que elige La hora del lobo queda al descubierto: qué es lo que nos hace tan complejos, parece decirnos. Por qué, en el mismo barrio y ante la misma problemática, personas, al parecer, de similar extracción social, eligen salidas diferentes.
Pero algo queda en suspenso. Y es el objeto mismo abordado.
El cortometraje elige retratar nada más y nada menos que lo acontecido en uno de los barrios con mayor poder adquisitivo de Córdoba. Donde sin esfuerzo, en un simple paseo, es posible precisar una construcción destinada a contener mayormente, como un patio de juegos, a estudiantes provenientes de distintos puntos de la provincia y el país que disponen de cierta holgura económica. Donde, aunque no lo parezca, la violencia, siempre, está a flor de piel. Y esto es lo que no aparece en la cinta. “Los hechos de violencia me sensibilizaron mucho y traté de encontrar un porqué”, explicó a Infojus Noticias Natalia Ferreyra. Es cierto, lo inexplicable de ese porqué está presente -incluso el relato del entrevistado que arriesgó su vida por salvar a una persona refuerza esa pregunta y pone en tensión las opciones violentas del resto, constituyéndose como el lado crítico que elige mostrar el cortometraje-; no así la historia, las cristalizaciones sociales y culturales de un modo espantoso de ver el mundo que tiene un antes, un durante y un después del infierno de ese noche. Aunque sus huellas estén en el cortometraje (el lenguaje de los entrevistados, las mismas imágenes de sus atrocidades, por ejemplo), nos falta el contexto. Un contexto que quizás, para alguien que no conoce Córdoba, podría incluso pasarse por alto.
“Quería que fuera un documental crudo, que el que lo mire sienta que está sentado al frente de ese pibe que bajó a la calle”, afirma en otra entrevista que dio a La Voz del Interior Natalia Ferreyra. Su elección estética y política es uno de los puntos más altos de La hora del lobo. Pero esa crudeza no se hubiera visto resentida en absoluto si se introducía en el diálogo, quizás, o a través de un mero texto descriptivo, de qué hablamos cuando hablamos de Nueva Córdoba. Vale aclarar: no es estigmatizar a los vecinos de ese barrio, simplemente situar los hechos en un contexto. Es decir, permitirse la posibilidad de romper ese universo cerrado y hacer ingresar todo lo necesario que brinde una mirada más amplia. Introducir un elemento en ese discurso que lo haga tambalear, que lo ponga a las puertas de una nueva construcción discursiva. Por ejemplo, que ponga en tensión la falsa proposición defensa igual a ataque; la explicitación de por qué el miedo al robo se convierte en miedo a la muerte.
En este sentido, es interesante plantearse la recepción del cortometraje por parte de aquellos que aún piensan en términos de “negros de mierda” sus diferencias sociales, que se sienten cercanos a los “justicieros” de Nueva Córdoba. Quizás ese sería, más que ninguno, el público objetivo que un documental de este tipo no debiera dejar de considerar, aquel a quién más interpelar. La fotografía de un rifle, o de un ciervo muerto, para un cazador, no puede representar una interpelación, sino más bien una confirmación. De ese modo, el minimalismo parece quedarse corto, hablarles sólo a sus partidarios.
En síntesis, La hora del lobo es un cortometraje valioso que abre un abanico de reflexiones y pone en cuestión un tema complejo, nunca antes abordado en este formato. Un tema que, imperiosamente, precisa de nuevos enfoques. Además, se mantiene fiel a sus propias concepciones narrativas. En ese marco, sin embargo, algo queda ausente y, justamente, ese el objeto fundamental: Nueva Córdoba.


Ficha técnica
La hora del lobo. Idea, dirección y guion: Natalia Ferreyra. Producción: Natalia Ferreyra, Ana Lucía Frau. Montaje: Gisela Hirshfeld. Fotografía: Facundo Moyano. Postproducción: Gisela Hirshfeld, Rafael Caminos. Tutoría de proyecto: Federico Robles y Pablo Baur. Duración: 27 minutos.