Crítica de La hora del lobo, cortometraje dirigido
por Natalia Ferreyra, que publiqué en Hoy Día (http://www.hoydia.com.ar/magazine/7234-la-hora-de-nueva-cordoba). Reproduzco la versión original con cursivas y división de párrafos clara.
Es sumamente difícil abordar La hora del lobo de un modo
crítico, en sus ajustados veintiocho minutos parece haber expuesto
una verdad estremecedora en la que sería imposible agregar nada más.
Y sin embargo, cuando concluye, algo parece haber quedado pendiente,
algo que invita a pensar, a escribir. ¿Qué es eso que, junto al
nudo en el estómago y aún con los títulos finales y la voz en off
de los disturbios que los acompañan, se torna una ausencia palpable?
Orientada a dar cuenta, documentar, las vivencias de vecinos jóvenes
de Nueva Córdoba que participaron de la “defensa” del barrio
frente a la ola de saqueos que arreció Córdoba durante la huelga
policial de diciembre del 2013, el cortometraje apuesta por la
crudeza en su exposición y se aleja de cualquier punto de vista de
tintes sociales. Sin embargo esa elección, en el recorte de su
objeto, se queda a mitad de camino.
El relato comienza con el primer plano de uno de los protagonistas
que no se anima a leer lo que publicó esa noche en Facebook. Texto
que describe su pánico y que, finalmente, lee la directora, Natalia
Ferreyra. Luego hay un corte y aparece el registro casero,
probablemente realizado con un celular desde una terraza, de uno de
los tantos ataques de los “estudiantes” a los “chorros”. A
continuación, el mismo estudiante llora frente a cámara y relata su
experiencia “límite” de ese 3 y 4 de diciembre horroroso, la
forma en que, inesperadamente, se convirtió en un aprendiz de
policía y de matón; en un potencial asesino. Tenía miedo, aislado
en su negocio pensó que venían por él; tras pensarlo mejor,
decidió salir a buscarlos. Su discurso es un compendio fascista: en
una ocasión utiliza la metáfora de un perro que hace las cosas mal
y hay que retarlo, restregarle el hocico en la mierda, para que
aprenda; también habla del “uno menos”. La construcción se
repite: los archivos de videos caseros y entrevistas -que incorporan
más protagonistas- se van intercalando. La violencia se camufla o
exaspera en las imágenes y en los relatos. De vez en cuando se puede
precisar la voz de la directora interviniendo en las entrevistas.
Frente al opresivo común acuerdo de los vecinos, la anuencia de los
“temerosos” resguardados en sus casas y los enardecidos
agitadores de balcón, un entrevistado cuenta su invalorable
intervención para salvar del carneo a uno de los supuestos
ladrones. Los linchadores lo han golpeado hasta dejarlo inconsciente.
Él lo alza y lo lleva hasta la casa de un amigo suyo. Los
linchadores lo quieren atacar por ese gesto inentendible y
rodean el edificio. Las imágenes retratan con crudeza el
encarnizamiento. Él pone en juego su vida y a los fines de la
construcción narrativa del cortometraje contrapesa todo lo visto
hasta el momento. De esa forma, el enfoque que elige La hora del
lobo queda al descubierto: qué es lo que nos hace tan complejos,
parece decirnos. Por qué, en el mismo barrio y ante la misma
problemática, personas, al parecer, de similar extracción social,
eligen salidas diferentes.
Pero algo queda en suspenso. Y es el objeto mismo abordado.
El cortometraje elige retratar nada más y nada menos que lo
acontecido en uno de los barrios con mayor poder adquisitivo de
Córdoba. Donde sin esfuerzo, en un simple paseo, es posible precisar
una construcción destinada a contener mayormente, como un patio de
juegos, a estudiantes provenientes de distintos puntos de la
provincia y el país que disponen de cierta holgura económica.
Donde, aunque no lo parezca, la violencia, siempre, está a flor de
piel. Y esto es lo que no aparece en la cinta. “Los
hechos de violencia me sensibilizaron mucho y traté de encontrar un
porqué”, explicó a Infojus
Noticias Natalia
Ferreyra. Es cierto, lo inexplicable de ese porqué está presente
-incluso el relato del entrevistado que arriesgó su vida por salvar
a una persona refuerza esa pregunta y pone en tensión las opciones
violentas del resto, constituyéndose como el lado crítico que elige
mostrar el cortometraje-; no así la historia, las cristalizaciones
sociales y culturales de un modo espantoso de ver el mundo que tiene
un antes, un durante
y un después del infierno de ese noche. Aunque
sus huellas estén en el cortometraje (el lenguaje de los
entrevistados, las mismas imágenes de sus atrocidades, por ejemplo),
nos falta el contexto. Un contexto que quizás, para alguien que no
conoce Córdoba, podría incluso pasarse por alto.
“Quería que fuera un documental crudo, que el que lo mire sienta
que está sentado al frente de ese pibe que bajó a la calle”,
afirma en otra entrevista que dio a La Voz del Interior
Natalia Ferreyra. Su elección estética y política es uno de los
puntos más altos de La hora del lobo. Pero esa crudeza no se
hubiera visto resentida en absoluto si se introducía en el diálogo,
quizás, o a través de un mero texto descriptivo, de qué hablamos
cuando hablamos de Nueva Córdoba. Vale aclarar: no es estigmatizar a
los vecinos de ese barrio, simplemente situar los hechos en un
contexto. Es decir, permitirse la posibilidad de romper ese universo
cerrado y hacer ingresar todo lo necesario que brinde una mirada más
amplia. Introducir un elemento en ese discurso que lo haga tambalear,
que lo ponga a las puertas de una nueva construcción discursiva. Por
ejemplo, que ponga en tensión la falsa proposición defensa igual a
ataque; la explicitación de por qué el miedo al robo se convierte
en miedo a la muerte.
En este sentido, es interesante plantearse la recepción del
cortometraje por parte de aquellos que aún piensan en términos de
“negros de mierda” sus diferencias sociales, que se sienten
cercanos a los “justicieros” de Nueva Córdoba. Quizás ese
sería, más que ninguno, el público objetivo que un documental de
este tipo no debiera dejar de considerar, aquel a quién más
interpelar. La fotografía de un rifle, o de un ciervo muerto, para
un cazador, no puede representar una interpelación, sino más bien
una confirmación. De ese modo, el minimalismo parece quedarse corto,
hablarles sólo a sus partidarios.
En síntesis, La hora del lobo es un cortometraje valioso que
abre un abanico de reflexiones y pone en cuestión un tema complejo,
nunca antes abordado en este formato. Un tema que, imperiosamente,
precisa de nuevos enfoques. Además, se mantiene fiel a sus propias
concepciones narrativas. En ese marco, sin embargo, algo queda
ausente y, justamente, ese el objeto fundamental: Nueva Córdoba.
Ficha técnica
La hora del lobo. Idea, dirección y guion:
Natalia Ferreyra. Producción: Natalia Ferreyra, Ana Lucía Frau.
Montaje: Gisela Hirshfeld. Fotografía: Facundo Moyano.
Postproducción: Gisela Hirshfeld, Rafael Caminos. Tutoría de
proyecto: Federico Robles y Pablo Baur. Duración: 27 minutos.