Extracto de una nouvelle a punto de salir del horno!


“Suponte que estás en una isla. Suponte que has naufragado y eres el único sobreviviente –decía el discípulo-. Llevas ya un tiempo en ese sitio, tiempo que vas cuantificando en el tronco de un árbol mediante extraños símbolos que te has creado. Los días pasan, tu lenguaje es una piltrafa, tu mente se atasca. El árbol parece tu única compañía. El árbol y una rana acuática que una tarde has de ver cómo es devorada por un pez feroz. Las cosas no van bien. Para colmo de males, una noche de tormentas álgidas un rayo cae sobre tu árbol del tiempo y acaba con él. No puedes recordarlo, no puedes siquiera volver a hilvanar la imagen de tus propios símbolos. Y sin embargo sabes que hay un número determinado de días allí. ¿Qué haces? Ni para chelas tienes opción, eh. ¿Qué? Montas en cólera, por supuesto. Pero qué más. ¿Procuras inventar un recuerdo?, ¿procuras enloquecer? ¿O, de todas formas, procuras cultivar tu fe? Debes pensar bien y debes pensar bastante. Debes darte tiempo. O en absoluto. Pero de alguna forma tienes que llegar a entender que aunque no lo sepas, alguien lo sabe. Tanto los que vendrán a buscarte en días, o meses, o años, como Dios. Así, tras la estampida, el reposo. Debes creer que en algún lugar del tiempo, alguien conoce tu cifra precisa y que eso es mejor que albergar dudas al respecto. ”